Este texto es el resultado de una transformación en cuanto al punto de vista. Nació como una reflexión en tercera persona (un Atentos) y su autora aceptó el reto de cambiarlo a primera persona, a ver qué pasaba. De este modo, veremos que el sujeto de las acciones descritas no serán los demás, ellos ni ellas, no será una 2ª pers: tú, sino que será el yo-nosotros/as el que decide tomar las riendas del proceso, hacer o no hacer, decir o estarse callado/a. Ved cómo queda la reflexión final de Jénnifer. Esperamos vuestros comentarios.
En un día como hoy, que el curso se está acabando y va a llegar el veranito de aquí a poco, nos vamos dando cuenta de quiénes estamos cuando otros lloran, de cuándo estamos solo en los buenos momentos, no en los malos, porque los falsos somos así y no vamos a cambiar, porque hay gente que solo queremos hacer daño para sentirnos mejor, supongo. Pero lo único que hacemos es romper en trozos a las personas buenas, que de tanta rotura se van convirtiendo en su propio enemigo. Otros vamos de amigos y después somos los que más criticamos. ¡Es todo tan injusto! Que si salgo con cuatro tíos soy una cualquiera, pero cuidado, si un tío sale con cuatro tías, es un ligón. Pero, ¡bueno! la vida es así; a veces somos el cuchillo y otras la herida.
A algunas personas no nos gusta ver la sonrisa impecable y la rompemos sea como sea. ¡Qué envidiosos somos y qué mala es la envidia! Me doy tanta pena cuando miramos de arriba a abajo a otros/as para sacarles algún defecto, por mínimo que sea...
Conclusión: los que lloramos somos débiles, a las que llamamos fulanas son vírgenes y a las que gritamos gorda se vuelven anoréxicas. ¿Por qué no pensamos en el dolor que pueden causar nuestras simples palabras? Vamos a ponernos en su piel, porque bien que no nos gustaría que nos lo hicieran a nosotras.
En fin, que los amigos podemos escribirlos en un simple renglón y para los hipócritas nos faltan hojas.
Jennifer Ibáñez, 2º B